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Aplicación de bloqueador en barra en el rostro dentro de un espacio iluminado con vista urbana, como parte del cuidado diario de la piel

Cuidado de la piel: guía para una piel sana y radiante

Cuidar nuestra piel va mucho más allá de comprar y aplicar productos. Implica adaptación, pues sus necesidades cambian con la edad, con nuestro estilo de vida, nuestros hábitos (alimentación, hidratación, descanso, manejo del estrés, etc.)… Incluso cambian con el clima del lugar donde vivimos. 

Desarrollar hábitos saludables, además de seguir una rutina diaria de cuidado de la piel, nos permitirá mantener una piel saludable y con buena apariencia durante toda nuestra vida. 

En este post encontrarás la información necesaria para conocer tu piel y armar una rutina básica de skincare para cuidarla. 

¿Qué es la piel y cuáles son sus funciones?

La piel es el órgano más grande del cuerpo humano y cubre toda su superficie. En un adulto promedio, cubre entre 1.5 y 2 metros cuadrados y pesa entre 4 y 5 kilogramos. Es un sistema biológico que cumple funciones esenciales para el organismo como las siguientes:

Protección 

La piel actúa como un escudo que impide que el cuerpo sufra daños por factores externos. Bloquea golpes y fricciones leves, evita la entrada de bacterias, virus y hongos, y reduce los efectos de sustancias químicas y la radiación solar. 

Termorregulación (control de la temperatura)

La piel ayuda a mantener nuestra temperatura interna alrededor de 37 °C mediante la dilatación o constricción de los vasos sanguíneos y a través de la sudoración. 

Cuando hace calor, los vasos se dilatan y se produce sudor para enfriar el cuerpo al evaporarse. Cuando hace frío, los vasos se contraen para conservar el calor.

Sensación (percepción del entorno)

Al estar llena de terminaciones nerviosas, la piel nos permite sentir tacto, presión, dolor y cambios de temperatura. Esto nos ayuda a interactuar con el mundo y protegernos, ya que podemos sentir estímulos potencialmente dañinos y reaccionar para cuidarnos.

Síntesis de vitamina D (función metabólica)

Cuando la piel se expone al sol, en especial a los rayos ultravioleta B (UVB), una sustancia presente en ella llamada 7-dehidrocolesterol se transforma en previtamina D3. Este es el primer paso para que el cuerpo pueda producir vitamina D.

Después, la previtamina D3 viaja al hígado y a los riñones, donde se convierte en la forma activa de la vitamina D. 

Esta forma activa permite que el intestino absorba calcio y fósforo, minerales esenciales para mantener los huesos fuertes y para el buen funcionamiento de las células del cuerpo.

Excreción y absorción

La piel ayuda a eliminar desechos mediante el sudor, expulsando agua, sales, minerales y pequeñas cantidades de urea. Además, puede absorber algunas sustancias que se aplican sobre ella, por ejemplo, productos para el cuidado de la piel o medicamentos en parches, que entran de manera gradual al cuerpo. 

Función inmunológica y microbioma

Además de la barrera física, la piel alberga células del sistema inmune y una comunidad de microorganismos beneficiosos (microbioma cutáneo) que impiden la invasión y proliferación de patógenos dañinos, contribuyendo a nuestra defensa general.

Partes de la piel

La piel se divide en tres capas, cada una con funciones específicas:

1.- Epidermis

La epidermis es la capa más externa de la piel. Es la parte visible y la primera protección del cuerpo frente al entorno. 

Su función principal es la protección: evita la entrada de microorganismos y sustancias dañinas, ayuda a conservar la hidratación y cubre las capas internas de la piel.

Esta función se mantiene gracias a un proceso constante de renovación celular. En la parte más profunda de la epidermis, llamada estrato basal, las células se producen de forma continua.

A medida que se forman nuevas células, empujan a las más antiguas hacia arriba, lo que permite que estas avancen poco a poco hacia la superficie de la piel.

Durante este desplazamiento, las células van cambiando su estructura y su función. Conforme suben, producen cada vez más queratina, pierden su núcleo y se vuelven más planas y resistentes. 

Al llegar a la superficie, forman el estrato córneo, que es la capa visible de la piel y la que está en contacto directo con el ambiente. El grosor de esta capa varía según la zona del cuerpo, siendo muy fina en áreas delicadas y mucho más gruesa en palmas y plantas para soportar la fricción. 

En este proceso participan principalmente los queratinocitos, junto con melanocitos que aportan pigmento y protección frente al sol, células de Langerhans que intervienen en la defensa y células de Merkel que contribuyen a la sensibilidad. 

Gracias a este mecanismo continuo, la epidermis se mantiene funcional y protectora todos los días

2.- Dermis

La dermis es la capa media de la piel y cumple una función esencial de soporte, nutrición y resistencia. 

En ella se encuentran estructuras que permiten que la piel sea firme, flexible y capaz de responder a estímulos como el calor, el frío o el tacto. Además, a través de sus vasos sanguíneos, la dermis aporta oxígeno y nutrientes a las capas más superficiales y participa en la regulación de la temperatura corporal.

La dermis se divide en dos subcapas. La dermis papilar es la más superficial y delgada. Está formada por tejido conectivo laxo y contiene capilares sanguíneos y terminaciones nerviosas, lo que permite la nutrición de la epidermis y la percepción de sensaciones. 

Por debajo se encuentra la dermis reticular, que es más profunda y gruesa. Está compuesta por tejido conectivo denso con abundante colágeno y elastina, además de vasos sanguíneos, glándulas y folículos pilosos. 

Esta capa es la que aporta firmeza, elasticidad y resistencia a la piel, permitiéndole soportar estiramientos y mantener su estructura.

3.- Hipodermis (tejido subcutáneo)

La hipodermis es la capa más profunda de la piel y se encuentra debajo de la dermis. Su función principal es servir como base de apoyo para la piel y conectarla con los músculos y los huesos, permitiendo que se mueva sin rigidez. 

También actúa como una zona de protección, ya que ayuda a absorber impactos y a conservar el calor corporal. Además, en esta capa se almacena grasa, que funciona como reserva de energía para el organismo.

La hipodermis está formada principalmente por tejido adiposo y tejido conectivo, junto con vasos sanguíneos, vasos linfáticos y nervios. 

El tejido adiposo ayuda a aislar del frío y a amortiguar golpes, mientras que el tejido conectivo aporta soporte y flexibilidad.

Los vasos sanguíneos y linfáticos permiten el transporte de nutrientes y la eliminación de desechos, y los nervios transmiten información sensorial. 

Diagrama anatómico de la piel humana con epidermis, dermis e hipodermis, folículo piloso, glándulas y vasos sanguíneos visibles

Tipos de piel y cómo identificarlos

Para empezar una rutina de skincare, primero debes conocer tu tipo de piel. Cada piel tiene características propias y reacciona de manera distinta al entorno y a los productos que se usan a diario.

Identificar si tu piel es normal, grasa, seca, mixta o sensible facilita la elección de rutinas y tratamientos acordes a sus necesidades, lo que ayuda a mantener su equilibrio y a prevenir molestias. 

Estas son las características y señales que permiten reconocer cada tipo de piel:

Piel normal (eudérmica)

La piel normal se considera el estándar de salud cutánea, con un equilibrio perfecto entre hidratación y producción de grasa. 

Las glándulas sebáceas generan suficiente sebo para lubricar la superficie y evitar la pérdida de agua sin obstruir los poros. La circulación sanguínea es eficiente, lo que mantiene un tono rosado uniforme y una oxigenación adecuada. 

Los poros son finos y casi imperceptibles, y la piel tiene una textura suave, aterciopelada y uniforme, sin imperfecciones significativas como comedones o pústulas.

La descamación ocurre de manera invisible y controlada, y la piel tolera cambios ambientales, productos cosméticos y tratamientos sin irritación. 

Aunque es el tipo de piel ideal, con el envejecimiento disminuye la producción de sebo y la renovación celular se ralentiza, lo que puede llevar a una ligera tendencia a la sequedad en la edad madura.

Piel seca (xerosis)

La piel seca es un tipo de piel que no logra retener suficiente agua en su superficie. Esto sucede principalmente porque tiene una cantidad insuficiente de grasas naturales y de sustancias que ayudan a mantener la hidratación, como la urea y el ácido láctico. 

Cuando estos componentes faltan, la protección natural de la piel se debilita y el agua se evapora con mayor facilidad.

Visualmente, la piel seca se ve opaca y sin luminosidad, y puede presentar descamación visible o escamas, especialmente en manos, pies y zonas expuestas. 

Factores como el frío, el viento, la baja humedad, el uso de calefacción o aire acondicionado y los baños prolongados con agua caliente empeoran esta condición, ya que eliminan aún más las grasas naturales y favorecen la deshidratación.

Piel grasa (seborreica)

La piel grasa es un tipo de piel que se caracteriza por producir una cantidad excesiva de sebo, una mezcla de lípidos o grasas naturales. Estas sustancias son necesarias para proteger la piel y evitar la pérdida de agua, pero cuando se producen en exceso, alteran el equilibrio cutáneo. 

La causa principal de esta sobreproducción es la hiperactividad de las glándulas sebáceas, estimuladas por hormonas androgénicas, especialmente la dihidrotestosterona. 

Esta estimulación es más frecuente durante la pubertad, los cambios hormonales, el estrés o ciertas etapas del ciclo hormonal, lo que provoca que las glándulas sean más grandes y produzcan más sebo. Por esto, la piel grasa presenta brillo persistente, textura más gruesa e irregular y poros visiblemente dilatados. 

El exceso de sebo se mezcla con células muertas y se acumula dentro de los poros, formando tapones que dan origen a los comedones o puntos negros. 

Cuando estos poros obstruidos favorecen el crecimiento de bacterias como Cutibacterium acnes, se desencadena una respuesta inflamatoria, lo que explica por qué aparece el acné en la piel grasa, manifestándose en forma de pápulas, pústulas o lesiones inflamadas. 

Además, factores como la genética, la dieta, el clima y una hidratación inadecuada también influyen en este proceso, ya que pueden intensificar la producción de sebo y agravar las imperfecciones.

Piel mixta

La piel mixta es un tipo de piel que presenta diferentes comportamientos en distintas zonas del rostro debido a una distribución desigual de las glándulas sebáceas. 

La zona central, conocida como zona T e integrada por frente, nariz y mentón, suele producir mayor cantidad de sebo porque concentra más glándulas sebáceas activas. 

En cambio, las mejillas y áreas laterales tienen una producción de grasa normal o baja, por lo que pueden sentirse más secas, tirantes o incluso sensibles.

Esta combinación hace que el rostro muestre brillo, poros visibles y posibles puntos negros o brotes en la zona T, mientras que las mejillas se perciben más finas, opacas o con ligera descamación. 

Piel sensible o reactiva

La piel sensible o reactiva se caracteriza por una tolerancia cutánea reducida, lo que significa que responde de forma intensa a estímulos que normalmente no generan molestia. 

Esta respuesta se origina por una mayor permeabilidad de la piel y una activación exagerada de las terminaciones nerviosas, lo que provoca sensaciones subjetivas como ardor, escozor, picor o calor, incluso sin lesiones visibles en un inicio.

Con el tiempo, pueden observarse signos como enrojecimiento recurrente, sensación persistente de incomodidad y cambios en la respuesta vascular de la piel. 

Factores ambientales, emocionales y químicos, como variaciones de temperatura, viento, estrés o ciertos ingredientes cosméticos, actúan como desencadenantes. 

Primer plano de rostro con piel grasa, poros visibles, brillo y pequeñas imperfecciones características de este tipo de piel

Rutina básica de cuidado de la piel

Todos los tipos de piel, ya sea normal, grasa, mixta, seca o sensible, necesitan una rutina diaria básica para mantenerse en buen estado. Esta rutina debe cubrir necesidades esenciales que le ayuden a conservar su equilibrio y buen funcionamiento.

La limpieza, la hidratación y la protección solar son pasos clave, ya que mantienen la piel en condiciones adecuadas, apoyan sus defensas naturales y ayudan a reducir el impacto del entorno. 

Lo que cambia entre un tipo de piel y otro es cómo se realiza cada paso y la elección de productos según sus características:

1.- Limpieza

Piel normal
La limpieza mantiene el equilibrio cutáneo y evita la acumulación de residuos que pueden alterar su estabilidad. Beneficia a este tipo de piel al conservar su textura uniforme y sensación de confort. Debe realizarse por la mañana y por la noche, aplicando el producto con movimientos suaves y usando agua tibia, sin frotar la piel. Se recomiendan limpiadores suaves, geles espumosos delicados o lociones hidratantes con ingredientes como ácido hialurónico y ceramidas, que ayuden a mantener el pH natural y a proteger la barrera de la piel.

Piel grasa
La limpieza es importante para la piel grasa porque ayuda a retirar el exceso de sebo, el sudor y las impurezas que se acumulan a lo largo del día. 

Cuando estos residuos permanecen en la superficie, pueden obstruir los poros y alterar el equilibrio natural de la piel, lo que favorece una apariencia brillante y sensación pesada.

Debe hacerse dos veces al día y después de hacer ejercicio, evitando lavados excesivos que estimulen más producción de grasa.

Se aconsejan limpiadores en gel o espuma con ingredientes seborreguladores como el zinc o ácido salicílico en concentraciones bajas.

Piel seca
La limpieza evita la acumulación de impurezas sin agravar la deshidratación ni la sensación de tirantez. Favorece el confort y prepara la piel para recibir productos hidratantes.

Debe realizarse con poca cantidad de producto, con agua tibia y sin fricción. Son adecuados los jabones faciales suaves, sin fragancia, hidratantes y con ingredientes como ceramidas, ácido hialurónico o glicerina,

Piel mixta
La limpieza busca equilibrar zonas con diferente comportamiento cutáneo dentro del mismo rostro. Ayuda a mantener controlada la oleosidad central sin resecar las áreas laterales.

Debe aplicarse de forma uniforme en todo el rostro, dos veces al día. Se recomiendan limpiadores equilibrantes con ingredientes como las ceramidas o la niacinamida, formulados para uso diario.

Piel sensible
La limpieza reduce el contacto prolongado de la piel con sustancias potencialmente irritantes. 

Ayuda a reducir la sensación de ardor o tirantez después de la limpieza. Debe hacerse con mucho cuidado, usando solo las manos y evitando esponjas o cepillos que puedan irritar la piel. 

Se recomiendan limpiadores faciales suaves, sin fragancia, con ingredientes calmantes como avena, aloe vera, ceramidas o glicerina, que fortalecen la barrera de la piel y evitan molestias como picazón o irritación.

Mujer realizando limpieza facial suave con agua tibia, paso clave para mantener el equilibrio y la salud de todo tipo de piel

2.- Hidratación

Piel normal
La hidratación mantiene la suavidad y elasticidad natural de la piel. Su beneficio es preservar su estado estable y su apariencia uniforme. 

Debe aplicarse mañana y noche después de la limpieza, con una cantidad moderada. Se recomiendan cremas con ácido hialurónico, glicerina o vitamina E.

Piel grasa
La hidratación mantiene el nivel adecuado de agua en la piel y favorece una textura más uniforme y confortable. Ayuda a que la piel grasa se mantenga equilibrada sin sensación pesada ni brillo excesivo. 

Debe aplicarse en una cantidad moderada y distribuirse de forma uniforme hasta su completa absorción. 

Se recomiendan hidratantes ligeros tipo gel o gel-crema, sin aceite y no comedogénicos, con ingredientes como ácido hialurónico y niacinamida para hidratar y equilibrar, y ácido salicílico para ayudar a controlar el sebo y matificar la piel.

Piel seca
La hidratación repone agua y lípidos, mejorando la flexibilidad y reduciendo la tirantez. Su beneficio principal es restaurar el confort y la suavidad. 

Debe aplicarse con la piel ligeramente húmeda para favorecer la retención de agua. Se recomiendan cremas nutritivas con ceramidas, ácidos grasos, escualano y urea.

Piel mixta
La hidratación en la piel mixta ayuda a mantener el equilibrio entre las zonas con mayor producción de grasa y aquellas más propensas a la sequedad. Favorece una textura uniforme y una sensación de confort en todo el rostro. 

Debe aplicarse de forma uniforme, ajustando la cantidad según cada zona, y extendiendo el producto hasta que se absorba por completo. 

Para este tipo de piel se recomiendan hidratantes ligeros como geles, crema-gel o emulsiones que ayuden a equilibrar grasa y sequedad, con ingredientes como ácido hialurónico y niacinamida.

Piel sensible
La hidratación en la piel sensible es fundamental para restaurar la barrera cutánea, disminuir la reactividad y aliviar sensaciones como ardor, picazón o enrojecimiento. 

Debe aplicarse con movimientos suaves, sin fricción excesiva, después de la limpieza y de forma constante por la mañana y por la noche. 

Se recomiendan fórmulas hipoalergénicas, sin fragancia ni alcohol, con ingredientes calmantes y reparadores como ceramidas, ácido hialurónico y glicerina para mantener la hidratación, niacinamida para reforzar la función barrera y  madecassoside, bisabolol para calmar la irritación, priorizando siempre productos dermatológicamente probados en este tipo de piel. 

Mujer aplicando crema hidratante facial, paso clave para mantener la hidratación y el equilibrio en todos los tipos de piel

3.- Protección solar

Piel normal
En la piel normal, el protector solar ayuda a conservar su estabilidad frente a la exposición diaria al sol, evitando cambios graduales en el tono y la textura. 

Las fórmulas en crema con filtros de amplio espectro y activos como ceramidas o ácido hialurónico aportan protección sin alterar la suavidad ni la elasticidad natural de la piel.

Piel grasa
En la piel grasa, el protector solar debe proteger sin aumentar el brillo ni obstruir los poros. Las mejores opciones son fórmulas oil-free, no comedogénicas y con acabado mate. 

Las presentaciones en barra o brocha facilitan la reaplicación y ayudan a mantener la piel más controlada a lo largo del día. 

Piel mixta
La piel mixta necesita una protección que se adapte a zonas con necesidades distintas. Usar protectores de textura ligera y equilibrada, como gel o crema de rápida absorción, permite cubrir el rostro de forma uniforme sin generar sensación pesada. 

Se recomiendan protectores oil-free, no comedogénicos, con acabado mate y filtros minerales como el óxido de zinc que ayuden a controlar el sebo. Las texturas en gel o en barra son las más adecuadas para este tipo de piel.

Piel seca
La piel seca requiere protectores solares que, además de proteger, aporten hidratación. El sol puede intensificar la tirantez, por lo que se recomiendan fórmulas en crema con ingredientes nutritivos que ayuden a mantener la hidratación. 

Piel sensible
En la piel sensible, la protección solar es clave para reducir la reacción de la piel frente al sol. Se aconseja el uso de protectores con filtros minerales como óxido de zinc o dióxido de titanio, sin fragancia ni alcohol. 

Las presentaciones en crema o barra permiten una aplicación suave y una mejor tolerancia, evitando fricción excesiva durante la reaplicación.

Mujer aplicando protector solar facial en barra frente a una ventana, como parte de su rutina diaria de protección solar antes de salir de casa.

Hábitos diarios y errores comunes a evitar

Además de una rutina de cuidado adecuada, la piel responde de forma directa a los hábitos diarios. 

La alimentación, la hidratación y el manejo del estrés influyen de manera en su apariencia y capacidad de regeneración. Tener hábitos saludables ayuda a reforzar los resultados del cuidado externo y a mantener la piel en mejores condiciones a largo plazo:

Alimentación

Una dieta equilibrada aporta los nutrientes necesarios para la renovación celular y la función barrera de la piel. El consumo regular de frutas, verduras, proteínas de calidad y grasas saludables favorece la elasticidad y la luminosidad cutánea.

Un error común es basar la alimentación en productos ultraprocesados, azúcares refinados y exceso de grasas saturadas, ya que pueden contribuir a inflamación, brotes y envejecimiento prematuro.

Hidratación

Beber suficiente agua a lo largo del día apoya los procesos fisiológicos de la piel y ayuda a mantener su flexibilidad y confort. 

La deshidratación sostenida puede reflejarse en una piel apagada, tirante o más reactiva. Un hábito a evitar es sustituir el consumo de agua por bebidas azucaradas o con cafeína en exceso, ya que no cumplen la misma función y pueden favorecer la pérdida de líquidos.

Control del estrés

El estrés crónico impacta directamente en la piel al alterar la producción hormonal y los mecanismos de defensa cutánea. 

Practicar técnicas de relajación, descanso adecuado y actividad física regular contribuye a mantener la piel más estable y resistente. 

Un error frecuente es ignorar las señales de fatiga y tensión prolongada, lo que puede manifestarse en brotes, sensibilidad aumentada o empeoramiento de afecciones preexistentes.

Mujer consumiendo frutas frescas como parte de hábitos diarios saludables relacionados con la alimentación equilibrada, la hidratación y el cuidado integral de la piel.

Preguntas frecuentes sobre el cuidado de la piel

1.- ¿Por qué aparecen brotes aunque mantenga una rutina diaria de cuidado de la piel?

Los brotes pueden surgir cuando los productos no son adecuados para el tipo de piel, se aplican en exceso o se combinan ingredientes que no son compatibles. También influyen factores como cambios hormonales o estrés, que pueden alterar la respuesta de la piel aun con una rutina constante.

2.- ¿Cómo evitar que una mancha empeore con el uso de productos cosméticos?

Es importante no aplicar activos despigmentantes sin supervisión y evitar exfoliaciones frecuentes o productos irritantes. El uso constante de protector solar y usar productos con fórmulas adecuadas al tipo de piel ayuda a prevenir que las manchas se oscurezcan o se vuelvan persistentes.

3.-¿Qué hábitos de cuidado influyen más en el envejecimiento de la piel?

La falta de protección solar, una limpieza agresiva y la omisión de la hidratación diaria pueden acelerar la aparición de líneas finas y pérdida de firmeza. Mantener una rutina constante y adaptada a la edad y tipo de piel ayuda a conservar su salud y calidad a largo plazo.

4.- ¿Cuándo el cuidado en casa no es suficiente y se debe consultar a un dermatólogo?

Cuando los problemas de la piel persisten pese a una rutina adecuada, aparecen lesiones recurrentes o se presenta irritación continua, es recomendable acudir a un dermatólogo para ajustar el cuidado y evitar daños mayores.

Mujer aplicando crema facial como parte de su rutina diaria de cuidado de la piel para prevenir envejecimiento y mantener la hidratación.

Cuidar la piel de manera consciente y constante mejora su apariencia y fortalece sus funciones naturales, así como su capacidad de defensa frente a factores internos y externos.

Adaptar la rutina diaria a tu tipo de piel, elegir productos adecuados y mantener hábitos saludables como una buena alimentación, hidratación y manejo del estrés, permite que la piel se mantenga equilibrada, confortable y resistente a lo largo del tiempo. 

Reconocer sus necesidades específicas ayuda a prevenir brotes, sensibilidad, envejecimiento prematuro y otros problemas cutáneos.

Para potenciar la salud y luminosidad de tu piel, puedes explorar productos especialmente formulados para tu tipo de piel. 

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